Los habitantes de la pequeña aldea de Şenyuva, situada entre las verdes montañas al Este del Mar Negro, han decidido que no quieren saber nada de la tecnología y que prefieren una buena charla con sus vecinos al son de la gaita antes que pasar una tarde entera frente a la televisión.
Şenyuva es una pequeña aldea situada en el valle de Sal, ubicado en el montañoso distrito de Çamlıhemşin de la provincia turca de Rize, en el extremo oriental del Mar Negro. Allí, sus habitantes han mantenido durante siglos su estilo de vida tradicional, y no quieren que los inconvenientes de la vida moderna alteren el equilibrio y la paz que siempre ha reinado en su comunidad. Aunque escuchan las noticias del día a través de la radio, durante su tiempo libre no se sientan frente al televisor, sino que se acercan hasta la casa de algún vecino del valle o se reunen todos para cantar canciones típicas del Mar Negro o bailar el "horon", la danza tradicional de estas tierras famosa en toda Turquía.
En todo el valle de Sal la única televisión que existe es la de un albergue para turistas, que acuden a la región para contemplar las maravillas de sus verdes y montañosos paisajes o para observar a sus curiosos habitantes, que aquí como en casi toda la región oriental del Mar Negro se dedican principalmente al cultivo del té y del maiz. En su día, las gentes de Şenyuva rechazaron incluso traer la electricidad hasta el valle, y llegaron a recoger firmas para pedir a las autoridades locales que no la trajesen asegurando que preferían seguir usando lámparas de gas porque los tendidos eléctricos arruinarían la belleza natural del lugar; sólo aceptaron finalmente cuando el gobierno les prometió que soterraría los cables para evitar el impacto visual. También se opusieron a la construcción de más carreteras en la zona, y en su lugar prefieren ir a pie hasta sus casas para evitar así que los coches invadan la zona y contaminen el aire.
Hay unas 150 casas dispersas por todo el valle de Sal, todas ellas de una sola planta. A pesar de los precisosos paisajes que tanto atraen a los turistas, y de la tentación que supondría ceder a la especulación o vender algún terreno para que la gente de la ciudad construya aquí segundas residencias, sus gentes no quieren alterar el paisaje del valle y no permiten ni que se construyan más casas ni que se utilice cemento.
Pero lo más llamativo para los habitantes de la ciudad que se acercan hasta aquí, acostumbrados como estamos a las ventajas -e inconvenientes- de la vida moderna y a depender de tantas cosas que ahora consideramos "imprescindibles", es que los aproximadamente 500 habitantes del valle han decidido incluso prescindir de la televisión, y no quieren tenerla en sus hogares para evitar que perjudique la vida social y las valiosas relaciones que mantienen entre sí sus vecinos.
"El que no hubiera televisiones en el valle fue una decisión personal de sus habitantes, sin ningún tipo de prohibición o presión", asegura Atilla Güneri, representante de la aldea de Şenyuva, agregando que todo el mundo aquí es feliz. "La gente no pasa su tiempo frente a las televisiones como hacen los habitantes de la ciudad. En este sentido, continuamos viviendo como siempre lo hemos hecho... Nos juntamos en las casas de los demás y compartimos nuestras vivencias. Y si hace buen tiempo, vemos la puesta del sol".
Para Güneri, los habitantes del valle de Sal han sentado todo un ejemplo con su estilo de vida y su decisión de preservar el lugar tal y como está. "Aquellos que vienen a visitar nuestro valle (y ven que no hay televisión) piensan que es que no tenemos electricidad... Pero simplemente, nuestra forma de vida es así".
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