Ante el papel cada vez más importante que está jugando Turquía en política exterior, y cuando vuelve a surgir el debate de si las relaciones del país euroasiático están comenzando a orientarse o no hacia el Este, muchos políticos en la Unión Europea comienzan a preguntarse si no habrá sido un error haber puesto tantos obstáculos en el proceso de acercamiento de Ankara a la UE.
Cuando el pasado 9 de junio el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó mayoritariamente a favor de nuevas sanciones contra Irán por su programa nuclear, hubo dos países que votaron en contra: Brasil, y Turquía. Ambos son miembros no permanentes del Consejo y ambos son potencias emergentes con un papel cada vez más importante en la esfera internacional y que a su vez mantienen crecientes relaciones entre ellos. Brasil y Turquía habían sido además los artífices de un acuerdo a tres bandas con el régimen iraní para evitar una escalada de tensión en la región y tratar de acercar posturas entre Teherán y Occidente, que finalmente desestimó el acuerdo.
Entre las potencias occidentales, sin embargo, el voto en contra de Turquía despertó especialmente recelos por ser un país con un alto valor estratégico para sus relaciones con Oriente Medio, que hasta hace poco había mantenido en política exterior una actitud pasiva y supeditada a la de Occidente. El voto en contra de Turquía no es sin embargo más que la constatación de que Turquía ha evolucionado y comienza a utilizar su posición geoestratégica y su creciente influencia internacional para definir su propia política. O como lo han definido varias veces algunos de sus políticos: Turquía ha dejado de ser una puerta, un punto de paso, y se ha convertido ella misma en un centro neurálgico en la región.
En Occidente la cuestión se ve sin embargo de forma diferente; especialmente en Estados Unidos, donde temen perder un aliado clave en la región; pero también en la Unión Europea, donde muchos políticos comienzan a preguntarse si ha sido una buena idea mantener a Turquía a las puertas de Europa durante tanto tiempo, a riesgo ahora de perder a un país que al margen de debates más o menos populistas todos coinciden en señalar como clave para el futuro de Europa.
El bloqueo israelí sobre la Franja de Gaza -con las recientes consecuencias que ha tenido sobre las relaciones entre Turquía e Israel- y el voto en contra de Ankara en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre las nuevas a sanciones contra Irán, protagonizaron la agenda política de la reunión de ministros de exteriores que mantuvo hace unos días la Unión Europea, a la que asistieron tanto la representante de política exterior de la UE Catherine Ashton como Tony Blair, representante especial de los 27 para Oriente Medio. Uno de los puntos a debatir era abordar la estrategia a seguir con Turquía por parte de la UE tras los recientes acontecimientos y el nuevo papel que comienza a jugar el país euroasiático.
Durante el encuentro hubo principalmente dos posiciones, según pudo saberse a través de fuentes diplomáticas consultadas por la prensa turca. Una, sostenida por un grupo de políticos molestos con el voto en contra de Turquía en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sostiene que el proceso de integración de Turquía en la Unión Europea debería ser "congelado"; otra posición, mayoritaria, cree que el fallo no es de Turquía sino de la propia UE, quien con sus constantes idas y venidas, cambios de opinión e impedimentos sobre el proceso de acercamiento y adhesión de Turquía al bloque europeo, ha conseguido colmar la paciencia de los turcos obligándolos a buscar su propio lugar y a mirar hacia el Este.
Fuentes diplomáticas sostienen que el primer grupo, poco afin de por sí a la idea de ver a Turquía en la UE, es poco numeroso; las mismas fuentes afirman sin embargo que sus voces se dejan oir con fuerza en Bruselas, y aunque la cuestión de "qué hacer con Turquía" se dejó aparcada para la reunión del próximo mes -dado que los debates sobre la situación en Gaza coparon mayoritariamente el último encuentro ministerial-, puede que el voto de Turquía haya hecho despertar a muchos políticos en Bruselas y les haya hecho darse cuenta de que pueden perder a un vecino que les conviene más tener en su casa que en ninguna otra.
La semana pasada el ministro italiano de exteriores Franco Frattini declaraba que había una necesidad en la UE de reflexionar sobre los errores cometidos por Europa en relación con Turquía. En palabras del propio Frattini, quien mantuvo una entrevista con el prestigioso diario alemán "Frankfurter Allgemeine Zeitung", uno de esos errores habría sido "empujar a los turcos a alejarse hacia Oriente en lugar de intentar atraerlos hacia nosotros".
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