ANKARA (Hispanatolia)
El gobierno turco está estudiando seriamente la posibilidad de reformar o disolver las milicias paramilitares que forman la llamada "guardia rural" tras la masacre ocurrida el pasado lunes -una de las mayores que se recuerda en Turquía- en la que murieron 44 personas durante una ceremonia de compromiso previa a la boda en una pequeña aldea del extremo sureste de Turquía, de mayoría kurda. El suceso ha puesto de manifiesto el problema que existe con esta milicia, compuesta de campesinos kurdos armados que actúan como "fuerzas auxiliares" de apoyo al ejército turco en una región -el sureste de Turquía- donde aún imperan viejos vínculos de clan y de sangre y antiguas tradiciones tribales, especialmente entre la población kurda.
En declaraciones a la cadena de noticias turca NTV, el viceprimer ministro, Cemil Çiçek afirmó que el sistema de guardias de aldea debe ser reformado o abolido, aunque seguidamente matizó que es conveniente no tomar una decisión en caliente.
Aunque no todos los autores de la matanza eran guardias rurales, el hecho es que las armas automáticas con que perpetraron el ataque habían sido suministradas por el Estado, lo que ha puesto de manifiesto el peligro de armar a una milicia campesina que a menudo utiliza los medios ofrecidos por el Estado turco para resolver sus propias disputas familiares. El principal problema no obstante a la hora de disolver la guardia rural es que hoy día supone una importante fuente de ingresos para los habitantes de la zona rural del sureste de Turquía, de mayoría kurda. Aunque la cifra llegó a rondar en su día los 100.000 miembros -durante los años más duros de la lucha contra el PKK- hoy día se calcula que aún hay alrededor de 60.000 guardias rurales en el sureste de Turquía.
A menudo la guardia rural se ha visto implicada en muchos casos de violaciones de derechos humanos o de asesinatos indiscriminados, algo que muchas voces en Turquía están recordando ahora para pedir su disolución tras la gran polémica suscitada por la tragedia ocurrida en Mardin.
La masacre cometida el pasado lunes en la pequeña aldea de Bilge, en la que murieron 44 de sus 350 habitantes, ha obligado al ejército turco a tomar la zona para prevenir nuevos ataques y represalias y ha obligado a un centenar de personas de la aldea a huir de sus hogares por temor a venganzas por parte de los familiares de las víctimas.
Cinco personas muertas por una mina del PKK en el sureste de Turquía
Por otro lado, cinco personas murieron ayer en la provincia fronteriza de Şırnak (situada en el extremo sureste de Anatolia) al explotar una mina colocada por el PKK al paso de un camión cerca de la localidad de Cavizduzu. Tres de los fallecidos son civiles y los otros dos miembros de la guardia rural, según informaron los medios de comunicación turcos.
La explosión se produjo hacia las 20:00 hora local (19:00 hora peninsular), y causó la muerte de las cinco personas que viajaban en el vehículo. El ejército turco inició de inmediato una operación militar en la región para prevenir nuevos ataques de miembros del PKK.
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