Cizre-Şırnak, Turquía (AFP/TDN) - Con un hijo en el ejército turco y un hermano en el ilegal Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Gule Uysal haría cualquier cosa para evitar una escalada de violencia en esta inquieta región sureste de Turquía e impedir un conflicto más amplio con Irak.
"No quiero que mi hermano mate a mi hijo, o que mi hijo mate a mi hermano", dice Uysal, de 41 años, en el patio de su humilde apartamento en esta ciudad cercana a la frontera iraquí.
Cizre, en la provincia de Şırnak, ha estado en el corazón de un sangriento conflicto entre el ejército turco y el PKK, que ha llevado a cabo una sangrienta campaña contra el gobierno en el sureste de Turquía desde 1984, con un coste de más de 37.000 vidas.
La vida de Uysal lleva las heridas de más de dos décadas de violencia.
Ella ya ha perdido un hermano, que murió luchando por el PKK, y reclama que su padre murió tras ser torturado por fuerzas del gobierno.
"Porque mi hermano se unió al PKK a principios de 1990, el ejército incendió nuestra casa y apenas pudimos escapar. Mi padre fue luego arrestado y torturado y murió un mes después de ser liberado", se queja Uysal.
Ahora se avecina la posibilidad de mayor violencia, con el gobierno turco declarando una campaña general para acabar con el PKK después de que el grupo terrorista emboscara una unidad militar el pasado 21 de octubre, matando a 12 soldados y capturando a ocho, que fueron liberados el domingo.
Turquía también está amenazando con acciones militares en el norte de Irak, donde Ankara dice que 3.500 miembros del PKK usan bases para llevar a cabo ataques transfronterizos en territorio turco.
El PKK está considerado como una organización terrorista por Turquía, los Estados Unidos y la Unión Europea.
Después de proclamar un alto al fuego unilateral en 1999, el gobierno actuó para mejorar la situación de los kurdos, que se cree constituyen alrededor de una quinta parte de la población del país, de 70 millones de habitantes.
Levantó el estado de emergencia y permitió que el kurdo fuese enseñado en escuelas privadas y utilizado en emisoras de televisión públicas, y aprobó leyes para compensar a las víctimas de la violencia.
Pero el PKK retornó a la lucha armada en 2004.
Reflexionando sobre lo vivido en las pasadas décadas, Uysal dice que ya no cree que la violencia sea la mejor manera de alcanzar las metas del pueblo kurdo.
"No quiero que muera nadie más, ya sea del ejército o del PKK. No quiero que ninguna madre pase por lo que yo he pasado. No quiero ningún conflicto más" dice Uysal, con lágrimas en los ojos.
En vez de eso, ella señala a su hija - una estudiante de primera en el instituto local que sueña con estudiar leyes- como el ejemplo a seguir.
"La educación es lo más importante", dice. "Quiero que mi hija se convierta en abogada y continue nuestra lucha por ese camino, no con pistolas".
"Han muerto muchos, pero yo aún tengo esperanza de que un día habrá paz", dice Gule Uysal.
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