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domingo, 29 de julio de 2007

Lecciones tras el 22 de julio


Tras la resaca de la jornada electoral, y ya con la mente despejada de cifras, porcentajes y escaños, llega el momento para todos de reflexionar y sacar conclusiones con más calma acerca de los acontecimientos de los últimos días en Turquía. La más evidente de todas es, por supuesto, la abrumadora victoria del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) del antiguo islamista y alcalde de Istanbul, Recep Tayyip Erdoğan, que no sólo consigue revalidar su segundo mandato consecutivo como primer ministro de Turquía (algo bastante atípico en este país) sino que lo hace además incrementando el porcentaje de votos (en torno al 46%, según los datos más recientes), teniendo que remontarnos hasta el año 1954 para encontrar semejante precedente. Incluso en aquel entonces, el partido ganador (el DP) lo hizo con un margen mucho menor al que ha conseguido en esta ocasión el partido de Erdoğan. Su partido se ha impuesto en el 85% de las principales ciudades de Turquía, y lo ha hecho incluso en feudos tradicionales del kemalista CHP como Ankara, o en ciudades de mayoría kurda tradicionalmente baluartes del DTP como Diyarbakır. La victoria del AKP ha sido, a todas luces, estrepitosa.

Otro dato a destacar es el gran número de candidatos independientes que consiguen entrar en el Parlamento turco (hasta 28), la inmensa mayoría de ellos adscritos al pro-kurdo DTP, que con esta estrategia intentó -y lo ha conseguido- superar la barrera impuesta del 10% de los votos nacionales para que un partido obtenga representación en el Parlamento (la "meclis" o "asamblea"), consiguiendo así que los kurdos -la minoría más importante de Turquía- vuelvan a estar representados en el Parlamento turco por primera vez desde hace 16 años. Esa misma barrera del 10% es la que ha impedido que muchos otros candidatos y partidos hayan logrado la debida representación en la "meclis": en total, casi 2 millones de votos turcos que se han quedado sin voz en el Parlamento, lo que constituye todo un lastre para la democracia turca que pone una vez más en evidencia la necesidad de enmendar la ley electoral y acabar con esa barrera injustificable.

Por último, no podemos olvidar dos aspectos muy importantes de estas últimas elecciones: de un lado, el alto nivel de participación, que ha sido en torno al 85%; y por otro, el hecho de que las autoridades turcas y los observadores internacionales hayan coincidido en señalar la transparencia y la ausencia de incidentes en unas elecciones que tanto desde el interior como desde el exterior se habían presentado como "cruciales" (¿y cuáles no lo son?), y que habían venido siendo alimentadas con ciertas dosis de tensión, sobre todo por parte de los políticos.

Hasta aquí los datos indiscutibles. A partir de aquí viene lo más difícil: la interpretación de los resultados, lo que está siempre sujeto a cuestiones de opinión. La primera pregunta que surge parece casi unida indiscutiblemente a la primera de las conclusiones... ¿A qué se debe el gran éxito cosechado por el AKP?

Muchos analistas -algunos de ellos incluso turcos- han querido ver en los resultados de las elecciones una prueba más de la "polarización" de la sociedad turca, así como una victoria del "islamismo" sobre el "secularismo"... En lo relativo a la visión supérflua y distorsionada que se tiene en Occidente acerca de Oriente -y en especial de Turquía- no volveré a insistir, pues es un tema del que ya se ha hablado numerosas veces en estas páginas, siendo el último y más desconcertante ejemplo el artículo "la Gran División de Turquía" publicado en la prestigiosa revista "Time", que causó notable sorpresa e indignación en Turquía; sí resulta chocante el hecho de que se sumen a tal argumento ciertos analistas y periodistas turcos -cayendo a veces incluso en contradicciones: quizás por influencia occidental, quizás por influencia de ciertos medios afines al AKP que vienen sosteniendo esa artificial "división"... en parte como estrategia de apoyo al AKP frente a los kemalistas, en parte como estrategia de ventas de cara a sus lectores más radicales. Cabe preguntarse una vez más, como ya hice en un anterior artículo en este mismo blog, si esa supuesta "división" es social o por el contrario se limita a la política... y si es real, o más bien interesada.

En mi opinión, sin embargo, cometen un error quienes quieran ver en el resultado de estas elecciones una victoria del "islamismo" sobre el "laicismo", y lo hacen por varias razones: en primer lugar, porque olvidan que ha existido un elevado porcentaje de indecisos -que a sólo un mes de las elecciones era aún en torno al 25%-, y es ese electorado no adscrito a ningún partido y tradicionalmente de "centro" el que ha decidido en buena medida (como suele suceder en muchos países, entre ellos España) el resultado final de las elecciones; en segundo lugar, porque el AKP se ha presentado a estas elecciones -y lleva años pregonándolo- como un partido de "centro-derecha" y laico, renegando de su origen "islamista" (si bien sus bases siguen estando en la Anatolia rural y tradicional), plagado de candidatos de todos los colores (incluidos muchos antiguos miembros del CHP), con el objetivo precisamente de atraerse a esa gran masa de electores de centro; y en tercer lugar, porque esa confrontación divisoria de "laicismo" frente a "islamismo" ha sido precisamente el principal argumento del discurso electoral del CHP... con la aceptación y el interés suscitado entre el electorado turco que ya hemos visto... El AKP no hubiera podido ganar las elecciones apelando sólo a las bases tradicionales del partido ni continuando el argumento "islamismo" frente a "laicismo": no lo ha hecho, y ahí están los resultados obtenidos.

Otro factor del éxito del AKP ha sido su propio candidato, el primer ministro Erdoğan, político popular y populista, admirado por unos y despreciado por otros, fuente de pasiones y de contradicciones. Tayyip Erdoğan es un "animal" político dotado de notable carisma y capacidad de convicción, que ha sabido aglutinar en torno al AKP tanto a candidatos como a votantes de toda condición. Esa es la fuerza del AKP, aunque a la larga también su debilidad.

Pero el mérito no ha sido sólo del AKP. Los partidos de la oposición -especialmente su principal rival, el kemalista CHP- se lo han puesto fácil al partido de Erdoğan. A pesar de la coalición que tuvo lugar poco antes de las elecciones entre el Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el Partido Democrático de la Izquierda (DSP), la coalición izquierdista se hizo con un escueto 21% de los votos, lo que es un fracaso si tenemos en cuenta que el CHP había conseguido en solitario un 19% de votos en 2002. Su líder, Deniz Baykal, un político septuagenario que dirige el partido desde hace 16 años, y que en 1999 no consiguió el 10% mínimo de votos para que el CHP entrara en el Parlamento -a pesar de lo cual fue reelegido por su partido poco después-, no sólo no ha sabido aprovechar el "tirón" de las grandes manifestaciones que tuvieron lugar en las principales ciudades del país a raíz del intento de designación del islamista y co-fundador del AKP, Abdula Gül, como Presidente de la República; tampoco ha sabido conservar sus principales feudos de votantes -lo que en la práctica ha supuesto una pérdida real de votos de la formación-; y sobre todo, no ha sabido estar a la altura de las circunstancias cuando los resultados comenzaron a serle claramente adversos... Mientras miles de seguidores del AKP festejaban su triunfo, otros tantos del CHP se dirigieron a la sede del partido a protestar y a pedir la cabeza de Baykal, pero allí no lo encontraron: este no dió señales de vida hasta dos días después, y lo hizo para decir que no dimitía porque el partido había ganado votos y porque la situación era similar a la de 1969, cuando el CHP perdió frente al partido AK -otro partido islamista de entonces, que se hizo con el 46% de los votos- pero ganó 4 años después... Olvidó mencionar Baykal que el CHP había conseguido en 1969 casi un 10% más de votos, que en esos 4 años hubo de por medio un golpe de estado y una profunda reestructuración ideológica y personal en el CHP, y que la victoria de 1973 fue por un estrecho margen... La particular reflexión de Deniz Baykal refleja su falta de coraje político, o lo que es peor, su ceguera y profunda desorientación para analizar y asumir las verdaderas causas de la grave derrota del principal y más antiguo partido de la oposición.

No eran muchas las opciones que se dejaban a los turcos. El AKP es un partido prácticamente nuevo (fundado en 2001), que no está salpicado por los escándalos de los viejos partidos, y que ha dirigido desde 2002 el primer gobierno en 20 años con mayoría suficiente para gobernar en solitario en Turquía. Eso, junto con un programa adecuado de reformas económicas y políticas que han apostado decididamente por la convergencia y la integración con la Unión Europea, han traido estabilidad a un país acostumbrado a los malabarismos políticos y las coaliciones imposibles, y prosperidad económica a la hasta hace poco descalabrada economía turca, hasta llevarla al 7% de crecimiento anual (uno de los más elevados del mundo).

La otra alternativa la representaba un posible gobierno de coalición entre el kemalista CHP y el ultranacionalista MHP... Volver a las mayorías inestables, a mirar hacia Europa y Occidente con recelo, a confiar en la tutela del ejército sobre la democracia... Los programas del CHP y MHP se parecían tanto, que parece claro que ha habido votantes del CHP que han acabado votando al MHP, y viceversa. Desde luego, es seguro que muchos del CHP han acabado votando al AKP, tan seguro como que la mayoría de los votantes indecisos o de "centro" ha terminado votando al Partido de la Justicia y el Desarrollo, dándole una victoria que ninguna encuesta supo atisbar. Y es que la mayoría de los sociólogos y analistas políticos han errado estrepitósamente al considerar que ese voto "oculto", en su mayoría urbano y de clase media, acabaría votando por los tradicionales partidos laicos y decantando la balanza a su favor.

La alternativa de la coalición entre los dos grandes partidos laicos representaba más de lo mismo: y los turcos están cansados de eso, hace tiempo que quieren un cambio, que quieren estabilidad y prosperidad... y el AKP les ha dado todo eso. Eso, y una amplia red de ayuda a los más desfavorecidos en la ciudad y en el campo -que en su época tuvo también el CHP- que le ha permitido ir labrándose poco a poco un apoyo popular de base que el resto de los partidos no han sabido -o querido- captar. Sólo eso explica la victoria del partido de Erdoğan hasta incluso en el Sureste, entre la población kurda, cansada de años de conflictos y penurias económicas, que ha preferido las promesas de paz y prosperidad del AKP antes que las reivindicaciones étnicas y culturales del pro-kurdo DTP. Además, a pesar de que en estas elecciones se ha apelado al voto del "miedo" y se ha agitado el fantasma del islamismo, pocos votantes han creido realmente que el AKP representara una amenaza para la democracia y el estado laico en Turquía. Si bien el AKP ha hecho algunos "guiños" en estos cinco años a su electorado de base más tradicional, pocos turcos han visto en la mayoría de los cambios propuestos por el AKP -por ejemplo permitir que las mujeres con pañuelo islámico puedan ir a la universidad- un ataque al estado laico o a la República turca.

Ahora, pasado ya el torbellino de las elecciones, sólo queda que cada uno recoja los frutos que ha sembrado y aprenda sus propias lecciones. Y en esa reflexión, el partido de Erdoğan ha de ser el primero en dar ejemplo para no caer en el error de desafiar con su renovada mayoría a los partidos de la oposición, sobre todo de cara a las próxima y crucial elección presidencial que tendrá lugar en pocos meses. Un asunto delicado para el que no parece claro si el AKP seguirá apostando por que sea el pueblo turco quien elija directamente a su Presidente en las urnas, u optará por aliarse con los parlamentarios pro-kurdos del DTP para conseguir la mayoría que le permita sacar adelante a su propio candidato. Ya ha habido signos estos días de que el AKP parece haber interpretado el resultado de estas elecciones como un respaldo a sus actuaciones en este ámbito, y una carta blanca para volver a situar a su propio candidato para el puesto de Presidente de la República. Insistir nuevamente en la candidatura de Gül -salvo que el propio Erdoğan quiera "quemar" a su amigo y cofundador del AKP- sólo llevaría al resurgimiento de nuevas tensiones con los grandes partidos laicos y con una gran parte de la sociedad turca. Y el AKP no debería olvidar -y menos ahora, con las urnas aún calientes- que su victoria sólo ha sido posible gracias al apoyo de todos los sectores de la sociedad turca, no sólo de los más tradicionales y conservadores. En lugar de eso, resultaría más inteligente no repetir viejos errores y buscar un candidato de consenso; o mejor aún, dejar que sean los turcos quienes elijan al próximo Presidente -algo que según las encuestas desea la mayoría- y presentar un candidato por el AKP independiente y sin relación con el islamismo. Ese será el momento para saber si el partido es consciente de sus propios límites... Esa será la prueba de fuego para saber si el AKP ha aprendido su propia lección.


Pablo

4 comentarios:

Marta Salazar dijo...

querido Pablo! y si me lo regalas para Planisferio? sí?

un abrazo fuerte y gracias!

Marta Salazar dijo...

por supuesto con tu nombre y link a tu blog!

Pablo Gómez dijo...

:) Hola Marta: no tengo inconveniente en que se publique cualquier contenido del blog, siempre y cuando se cite su origen y se me comunique. Así que adelante. Para mí será un honor.

Marta Salazar dijo...

entonces, lo haré, para nosotros es un honor poder hacerlo, un abrazo!

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