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martes, 22 de mayo de 2007

Turquía, la desconocida

© turquialapuertahaciaoriente.com - Todos los derechos reservados
Pablo Gómez

Durante mi última visita a Turquía, de la que he regresado hace sólo unos días, he tenido ocasión no sólo de conocer en mayor profundidad ese país que a tantos acaba embrujando y que ya forma parte de mi vida, sino de vivir de cerca todos los acontecimientos sociales y políticos que han sacudido Turquía durante el último mes, cuyos ecos aún resuenan estos días, y que posiblemente -es una percepción personal- no acaben tras las elecciones anticipadas convocadas para el próximo 22 de julio. La manifestación en Istanbul me cogió muy cerca de la plaza Taksim -la multitud desfilaba muy reivindicativa, pero muy tranquila- y poco antes pude contemplar las largas caravanas de coches ondeando banderas turcas que abarrotaban el puente de Fatih Sultan Mehmet (uno de los puentes que cruza el Bósforo uniendo Europa y Asia); regresando de Ankara también pude contemplar un espectáculo similar con aquellos que retornaban de la concentracción de Izmir... He tenido la oportunidad de observar por varios medios todos estos acontecimientos, analizarlos, y comentarlos con otros ciudadanos turcos, con la perspectiva de un ciudadano europeo ajeno a la política del país, no obstante interesado en todo lo que a él concierne, y que intenta juzgar lo que ve sin prejuicios y sin tratar de sacar conclusiones precipitadas.


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Durante todo el tiempo que he estado en Turquía, y especialmente a mi regreso a España, una de las cosas que más me han llamado la atención es el trato que se ha dado por parte de los medios de comunicación españoles a los sucesos de Turquía. En general, he de decir que ha primado un sensacionalismo y una desinformación que, personalmente, me ha producido cierta indignación. Los titulares, comentarios y análisis han estado muchas veces carentes de un rigor que parece que en el periodismo de nuestro país sólo está presente ya en las facultades de las universidades. Es algo que podría producir hasta risa, especialmente cuando uno ha podido experimentar la sensación -como es mi caso- de estar leyendo las noticias que se publicaban aquí sobre Turquía estando en el país en cuestión; viendo en los medios, en las calles y en la gente la enorme diferencia entre la imagen alarmista que se transmitía en España y la realidad que se vivía allí, uno se preguntaba "Pero... ¿están hablando del mismo país?". No es broma.

Sin embargo, no provoca risa si pensamos en las consecuencias que algo tan aparentemente nimio tiene. La gente acude a los medios (prensa, radio, televisión...) para informarse, y de ahí la responsabilidad que tiene el ser periodista, y que a menudo se olvida. Fueron muchos los familiares y amigos que me escribieron e-mails o me llamaron por teléfono alarmados y preocupados por lo que estaban oyendo (gracias a ellos pude saber cómo se estaban contando las cosas en España)... Hace pocos días, una pareja preguntaba en un foro de internet sobre Turquía si era seguro viajar al país y si había peligro para los extranjeros, porque había leído que los "islamistas radicales" querían hacerse con el poder... Son sólo algunos ejemplos, pero pueden servir para darnos cuenta de las implicaciones que puede tener un simple titular aparentemente inofensivo... Si vamos un poco más allá y pensamos en un político europeo leyendo uno de esos titulares mientras desayuna, quizás antes de una reunión o justo el día en que debe tomar una decisión importante, puede que comencemos a percibir en toda su dimensión el verdadero poder de los medios de comunicación, y toda la serie de consecuencias nefastas que puede generar la desinformación.
A mi regreso, uno de los titulares que más llamó mi atención fue un artículo de opinión escrito por Ali Bayramoğlu en el diario Yeni Şafak titulado "Turquía: la crisis de una forma de gobernar el Estado", publicado precisamente en el diario El País, posiblemente el periódico de mayor difusión de toda España, que además hace gala de rigor, objetividad y progresismo. Ni que decir tiene que este artículo fue posteriormente publicado y difundido en numerosos foros y sitios web de internet, tomado como referencia de la situación social y política que estaba atravesando Turquía... Al fin y al cabo, ¿quién puede dudar de un artículo publicado en un diario de prestigio como El País? Yo mismo acostumbro a leerlo para informarme sobre lo que pasa en el mundo.

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El artículo en cuestión presenta una Turquía totalmente dividida, polarizada entre "laicismo" e "islamismo", un conflicto que extiende a toda la sociedad turca a la que -nuevamente- presenta enfrentada en dos bandos, en este caso entre una "élite secular urbana" que sitúa en el "centro", y toda una sociedad musulmana reprimida que sitúa en las provincias y por tanto la "periferia"; añadido a esto, sitúa al ejército y a esa "élite urbana laica" en el mismo bando. Finalmente para Ali Bayramoğlu, autor de este artículo, el intento del AKP por copar puestos de poder en Turquía no es sino la rebelión de una sociedad que mayoritariamente no desea el laicismo de Atatürk, impuesto por una minoría burócrata y laica gracias al apoyo y la connivencia del ejército... Es una visión dual y simplista, que tiene muchas similitudes con la que en general se tiene en Occidente sobre Turquía, pero... ¿Refleja realmente la realidad política y social de la Turquía actual? Analicemos por un momento algunos aspectos de esa realidad, más allá de los habituales tópicos, prejuicios, y simplificaciones apresuradas que acostumbramos a hacer en Occidente sobre ese país.

En ocasiones, las personas nos empeñamos en seguir una línea de pensamiento a toda costa, y rechazamos por conflictiva con nuestra psique cualquier visión o información que vaya en contra de esa línea. Puede sonar absurdo y hasta contraproducente, pero lo cierto es que seguramente conozcamos a alguien que actúe así... Por desgracia, ocurre lo mismo con muchos medios de comunicación, con las consecuencias que eso puede traer y de las que ya hemos hablado. Resulta lamentable, pero en general los medios de comunicación occidentales parecen más empeñados en defender una línea editorial que repite desde hace décadas los mismos tópicos e ideas preconcebidas sobre Turquía, que en rectificar y contar la realidad objetivamente. Y al igual que las personas, para hacerlo recurren a tomar como referencia esquemas y reflexiones de columnistas que alimenten esa línea de pensamiento, aunque para ello tengan que contradecir su propio espíritu.
La graciosa paradoja en este caso es que un periódico progresista como El País haya recurrido para contar la situación en Turquía a publicar un artículo de un columnista que escribe en un diario conservador turco... El Yeni Şafak es además un periódico que en Turquía es de tirada minoritaria, un periódico islamista, cuya línea editorial apoya al partido gobernante AKP de Tayyip Erdoğan, con lo que ya de mano la objetividad de este artículo es cuando menos dudosa... Sería algo así como si en Turquía durante las manifestaciones masivas en España contra la decisión del gobierno de Aznar de apoyar la guerra de Irak, hace unos años, un periódico turco hubiese tomado como referencia para analizar la situación política y la opinión de la sociedad española a un columnista del diario "La Razón", por citar un ejemplo... ¿Cómo nos hubiésemos quedado en España? Pues así se quedan muchos turcos cuando leen lo que se publica aquí...
La pregunta del millón ahora sería: ¿qué demonios hace un periódico progresista como El País publicando como análisis sobre Turquía un artículo de un periódico minoritario, conservador y parcial como el Yeni Şafak? ¿Por qué no recurrir a diarios de mayor difusión como Hurriyet, Milliyet, Sabah, Zaman, ...? Bueno, la respuesta parece bastante sencilla: porque quizás sería más difícil encontrar un artículo que les diese la razón, que contase las habituales "tonterías" que regularmente se repiten sobre Turquía en Europa. Es una de tantas contradicciones absurdas que se dan en esa extraña relación de Occidente con Turquía, quizás fruto de la ignorancia... "La ignorancia siempre se abre camino" dijo un sabio; y en el caso de Turquía, casi siempre hay alguien que además está dispuesto a echarle una mano alojándola en su casa... Quizás hubiera sido mejor para los editores de El País fijarse en periódicos que cuentan con una aceptación mucho mayor entre la población turca, que al fin y al cabo es lo que demuestra cuando un periódico posee credibilidad, y cuando no... Pero seguramente eso implicaría aceptar que en Turquía las cosas se ven de forma muy distinta a como las vemos aquí. A veces, una mentira -o una serie de mentiras- a base de repetirse continuamente a lo largo del tiempo acaban imponiéndose y pretendiendo hacerse realidad; y eso parece ser lo que estamos haciendo en Europa, donde a veces nos creemos tan infalibles que consideramos que la realidad sólo es aceptable si se adapta a nuestras opiniones, por infundadas o equivocadas que puedan ser estas. Pero la realidad es también igual de tozuda.

Resulta chocante para empezar que el artículo del Yeni Şafak en El País hable constantemente de enfrentamiento y de "dualismo" en la sociedad turca...... ¿Dónde está ese enfrentamiento? ¿Dónde está ese choque social en la sociedad turca actual? Son precisamente quienes se empeñan en ver divisiones y en establecer bandos quienes alientan una división que, hoy por hoy, no existe en la sociedad turca... Como la mayoría de los medios occidentales, de nuevo se repite el clásico tópico de la "élite gobernante secular y urbana"...... ¿Tiene sentido hablar de "élite urbana" en la sociedad turca de hoy día, donde casi la mitad de su población vive en ciudades que superan el medio millón de habitantes...? ¿Tiene sentido en un país donde más del 70% de la población es urbana? Resulta todo un contrasentido... ¿Dónde está la "periferia social": en esa supuesta "élite urbana y laica" que se pretende minoritaria, o en un sector de la población -generalmente de origen rural- que vive apegada a las antiguas costumbres?


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Por otro lado, el análisis -de nuevo dual- que hace el artículo que publica El Pais distinguiendo en Turquía "centro" y "periferia" está muy bien para analizar la historia bizantina u otomana... pero no para establecer una visión real, clara y objetiva, sobre la sociedad turca actual. En Europa a veces parece que nos olvidamos que al otro lado de la frontera con Turquía están países como Siria, Irak, Irán, Georgia o incluso la propia Rusia... Países donde la democracia es una mofa en manos de regímenes presidencialistas, o donde el gobierno está en manos de un grupo religioso (mayoritario o minoritario) que impone sus formas sobre el resto. El moderno estado-nación que comenzó a fraguarse allá por los siglos XVII-XVIII defiende la existencia de unas fronteras estables, dentro de las cuales coexisten una serie de poblaciones con creencias, rasgos y costumbres más o menos comunes; sin embargo, cuando hablamos de un país con las peculiaridades geográficas de Turquía, olvidamos que Oriente NO empieza al otro lado de la frontera turco-iraní o turco-siria... Occidente y Oriente confluyen en este país, desde los alrededores de Istanbul hasta los confines de Anatolia, y en esta larga lengua de tierra que se extiende hacia el Este conviven muchas formas de entender la religión, que van transitando desde la visión más o menos laica de la Europa Occidental hasta el régimen de los ayatolás en el Irán. No hay un Islam monolítico y único, aunque aquí nos empeñemos en verlo así. No es de centro y periferia de lo que debemos hablar en Turquía sino, en todo caso, de Oriente y Occidente; pero ni Occidente acaba en los muelles de Eminönü de Istanbul, ni Oriente va desde Iznik hasta Antioquía: ambas realidades confluyen y se van mezclando a todo lo largo del país, dejando ver sus distintas formas de ver la sociedad, la religión, la cultura y la política. En este contexto, el artículo del Yeni Şafak publicado en El País parece olvidar:

1) que el 95% de la población turca es musulmana, es decir, que una inmensa mayoría de los millones de ciudadanos que se han manifestado estos dias (o de esa supuesta "élite urbana" de la que se habla...) son tan musulmanes y creyentes como cualquier otro ciudadano o ciudadana turca que vote a partidos islamistas como el AKP o que opte por usar el pañuelo islámico. La presentación (otra vez dualista) de un enfrentamiento laicos-islamistas que hace el artículo publicado en El País y que a menudo se defiende en Occidente es completamente FALSA, porque no es la existencia o no de la religión lo que se está debatiendo en estos momentos en Turquía, sino la forma de entender el estado y el papel que debe jugar en él la religión... ¿Qué Turquía queremos? ¿Queremos una Turquía dividida entre confesiones religiosas, como en Líbano o Irak? ¿Queremos una Turquía donde un grupo religioso que acceda al poder pueda imponer sus arbitrios y costumbres al resto de la sociedad, como en Irán? ¿O queremos una Turquía libre de sectarismos religiosos, moderna, tolerante y laica? Esa es la pregunta que debemos hacernos todos, la que se hacen los turcos, y la que desde luego no se hace el columnista del Yeni Şafak. En Turquía mujeres vestidas de pies a cabeza de negro, ataviadas con el pañuelo islámico o vistiendo la última moda europea conviven, charlan amistosamente y caminan juntas por la calle, y a menudo podemos ver familias donde todos estos tipos de vestimenta -y otros muchos- (que representan generalmente distintas formas de entender el Islam, pero también distintas costumbres culturales y etnográficas) se distribuyen según la edad de sus miembros. Hay convivencia, no conflicto; salvo que algunos quieran verlo... O imponerlo.

2) que en este contexto social y demogeográfico, el único garante de la convivencia entre las muy distintas formas de entender el Islam que coexisten en Turquía desde tiempos antiguos (por razones históricas que sería muy largo explicar) es un estado laico, donde el Estado esté separado de la religión y donde ningún grupo religioso que acceda a los ámbitos de poder intente hacer ostentación o imponer sus criterios sobre vestimenta, usos, costumbres, etc al resto de la población del país. En Europa gusta mucho el señor Erdoğan por su política pro-europea y su visión de un partido islámico "moderado" (una "democracia musulmana" turca equivalente a la "democracia cristiana" europea); desde luego no podemos poner en duda las grandes reformas que ha hecho el AKP para acercarse a Europa, y calificarlo como partido "islamista radical" puede parecer seguramente una exageración si lo comparamos con otros partidos similares de la zona. Sin embargo, en una Turquía acostumbrada al laicismo, para muchos turcos el reciente pasado islámico de Erdoğan sigue muy vivo y carece de toda credibilidad como político: aún resuenan sus embates contra el estado laico y contra Atatürk, su pasado político de la mano del islamista Necmettin Erbakan, o sus medidas como antiguo alcalde de Istanbul; o ya como primer ministro, sus devaneos con la sharia (la ley islámica) intentando penar la infidelidad con la cárcel, por ejemplo. Es un político ambicioso y cambiante, lo que genera en un amplio sector de la sociedad turca reticencias y desconfianzas por otro lado bastante comprensibles.

Otro aspecto sobre el que incidir para analizar la situación de Turquía es la "tutela" que ejerce el ejército sobre la laicidad de la democracia turca. Cuando Kemal Atatürk estableció la república laica y creó la moderna Turquía a principios de los años 20, creó una democracia que por entonces era aún muy precaria después de siete siglos de sultanato y costumbres islámicas (por cierto, a veces parece que olvidamos que fueron las potencias europeas del momento las que impusieron la "homogeneización cultural" y el intercambio de poblaciones entre Turquía y Grecia, tras el fracaso de la política intervencionista en el derrotado Imperio otomano y de la alentada invasión griega de Asia). Para afianzar los ideales de la nueva República y evitar la entrada de elementos discordantes, el sistema político favoreció la creación de mayorías parlamentarias e impuso una cuota del 10% de los votos nacionales a los partidos políticos para obtener representación parlamentaria. Todo ello sirvió por entonces para favorecer al kemalista Partido Republicano del Pueblo (CHP) en los primeros años de la República , cuando la mayoría de la población era campesina y analfabeta (entonces sí que existía esa "élite urbana", no ahora...) y había muchos sectores sociales que veían con recelo la nueva república laica o que incluso apoyaban el retorno del sultanato. Desde entonces ha transcurrido casi un siglo, pero con el paso de las décadas y hasta la actualidad el sistema no ha variado, y se ha llegado a convertir en un grave lastre para la democracia turca. El AKP de Erdoğan, con sólo el 34% de los votos, goza de una mayoría absoluta en el parlamento turco tan abrumadora que ya quisieran para sí los grandes partidos políticos españoles.

Hemos de tener esto en cuenta a la hora de analizar la situación política actual en Turquía, porque del poder del que goza el gobernante AKP en el Parlamento turco parece desprenderse que la mayoría de la población turca defiende sus posiciones... Y esto sencillamente es querer distorsionar la realidad de las cosas. De hecho, la mayoría de los partidos políticos turcos son de orientación laica: prueba de ello es que el AKP no pudo lograr que Gül saliera elegido Presidente de la República gracias a la oposición en bloque del resto de partidos del Parlamento turco, de orientación laica.


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Desde la fundación de la República turca el poderoso ejército turco se convirtió en el garante de los ideales de la nueva República, y en el encargado de corregir los desaguisados que este peculiar sistema representativo pudiera generar. Pero hoy en día este papel intervencionista no está bien visto, ni en Europa ni tampoco en la propia Turquía, donde los estudios señalan que la gran mayoría de los turcos no desean que el ejército siga interviniendo en la política. Esto incluye a los sectores de población laicos, por supuesto, que son mayoritarios en la Turquía actual. Que ambos grupos -sociedad laica y ejército- confluyan en la idea de rechazar un gobierno islamista no debe confundirse con un apoyo implícito a la intervención de los militares (exceptuando algún partido minoritario de extrema derecha, al igual que ocurre en muchos países occidentales). La crisis actual de Turquía no es por tanto social, sino POLÍTICA, y es en el ámbito político y en los círculos de poder donde se producen las tensiones que estamos viendo estos días. La reacción social masiva que se ha producido estos dias en las principales ciudades del país (situadas en la zona Oeste de Turquía, la parte más poblada y también la más occidentalizada) responde al miedo de una mayoría social que teme ver en peligro no su estatus económico, como se repite a menudo -pues en ella confluyen ciudadanos de toda condición económica-, sino las libertades, derechos y prerrogativas que la república laica les ha otorgado durante años en un país limítrofe con estados donde todos esos conceptos se desvanecen en manos de oligarquías religiosas. Y todo por culpa de un sistema político deficiente.

De nuevo resulta un despropósito absoluto hablar de "élite urbana laica" en la Turquía actual... Y de nuevo hemos de preguntarnos: ¿quién intenta imponerse a quién? ¿Dónde está la intolerancia en la crisis política actual de Turquía? ¿Dónde está el intento de una minoría por hacerse con el poder e imponer su criterio? El artículo del Yeni Şafak en el diario El País habla de la "legitimidad" de los grupos sociales islamistas para acumular poder político... No cuestiona su representatividad real, ni la idoneidad de los medios por los que intenta hacerlo, ni las graves deficiencias del sistema representativo y parlamentario turco... Puede gustarnos más o menos el AKP; podemos tener más o menos simpatías por Abdullah Gül como candidato; pero una cosa está clara: el Presidente de la República debe ser alguien elegido por consenso y representativo por igual de toda la sociedad turca… no alguien que represente a un único partido político que tiene sólo el 34% de los votos del país.

Los sectores islamistas de la sociedad turca (es decir: no aquellos que son religiosos, sino aquellos que no creen en la separación entre religión y estado), con el AKP a la cabeza, están hoy en día más interesados en aprovecharse de un sistema político deficiente y caduco que durante décadas les ha mantenido alejados de los círculos de poder, que en corregir esas deficiencias y en permitir que la sociedad turca camine hacia su futuro con voz propia. Sin tutelajes. Sin directrices de una clase política defraudante que ha demostrado en numerosas ocasiones no estar a la altura de la sociedad cuyos destinos rige. Y estos días no hemos visto sino la viva voz, el grito masivo de una sociedad que pide, que necesita, que exige que se le permita decidir por sí misma. Empeñarse en mirar para otro lado y en negar la representatividad o la legitimidad de esa respuesta masiva de la sociedad turca -como ha hecho reiteradamente el señor Tayyip Erdoğan estos días-, no puede sino conducir a una crisis y a un enfrentamiento que algunos pueden estar buscando para tratar de sacar algún beneficio de ello. El papel de la UE en todos estos acontecimientos, por último, lleno de ambigüedades y falto de acción, no está sino dando más razones al euroescepticismo creciente de los turcos, que sienten que nadie los escucha y que la UE ni entiende ni quiere a Turquía... La sociedad turca no quiere más islamismo, sino más democracia. Lo que hemos visto estos días ha sido un claro ejemplo del amor del pueblo turco por la democracia y de que sabe contestar a sus dirigentes con voz propia, serena pero firme: y mal haría cualquier político que quisiese ignorar todos estos acontecimientos.

Para quienes buscan imponer su criterio, la división en bandos favorece la toma de posiciones sobre la base del enfrentamiento... Para quienes no aceptan la sociedad en la que viven, hablar de "crisis" de un modelo de sociedad puede ser una forma de justificar su propia incapacidad de adaptarse a dicha sociedad... La lucha entre "laicismo" e "islamismo" de la que habla el artículo del Yeni Safak -y que tanto gusta en Occidente- puede ser en realidad una lucha del "tradicionalismo" islamista aún presente en Turquía por imponerse al resto de la sociedad. El ansia del AKP por acaparar el poder político en Turquía puede ser el último intento de la sociedad turca más tradicional, temerosa tal vez de que su propia inadaptación les acabe alejando de los círculos de decisión en una Turquía quizás demasiado laica para sus deseos.

Quizás sólo los turcos puedan entenderlo. O como dicen ellos: "biz bize benzeriz"...


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1 comentario:

Marta Salazar dijo...

te puse un link en mi blog, hoy, un abrazo!

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