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jueves, 30 de noviembre de 2006

Pero... ¿a qué vino el Papa a Turquía?


Pablo Gómez

Mañana finaliza (¡¡al fin!!, dirán muchos habitantes de Istanbul hartos de los cortes de tráfico...) la visita del Papa Benedicto a la República de Turquía, una visita que ha durado 4 días y que empezó tensa, continuó con desorbitadas medidas de seguridad, y finalizó con el popular e "histórico" acto del Papa rezando 1 minuto en la Mezquita Azul de Istanbul, después de visitar lo que un día fuera Iglesia de Santa Sofía, después transformada en mezquita bajo el dominio otomano y convertida finalmente en museo por Atatürk en 1935.

La pregunta que uno puede hacerse después de estos días, y cuya contestación en parte ya alumbro con la fotografía que acompaña a estas líneas, es... ¿Para qué vino el Papa a Turquía? ¿Fue para entrevistarse con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan? ¿Para apoyar la candidatura de Turquía a la UE? ¿Fue para impulsar la convivencia con el Islam? ¿Acaso pretendía acallar las críticas tras sus polémicas alusiones a Mahoma en septiembre de este mismo año?... Para contestar a esta pregunta, es necesario hacer un pequeño ejercicio detectivesco de búsqueda, principalmente de lo que se ha dicho y se ha hecho por parte del Papa, y por último de qué es lo que ha ocurrido durante estos últimos 4 días. Y haciéndolo, la respuesta que parece clara es que el Papa ha venido a reunirse con las principales confesiones cristianas de este lado de Europa, y principalmente con el patriarca ortodoxo Bartolomeo I, con quien aparece en la foto. En un momento de escasez de vocaciones, y en que los fieles salen a la desbandada hartos de escándalos sexuales y excesos de todo tipo en el seno de la Iglesia Católica, los desaires y aires de grandeza de otros tiempos no son convenientes y hace tiempo que desde Roma se está buscando un acercamiento con las distintas iglesias cristianas, y sobre todo con la Iglesia Ortodoxa. El papado lleva algún tiempo embarcado en la idea de que Europa es una unidad cristiana de destino en lo universal, y para eso hay que buscar aliados aquí y allá en un tiempo en que la credibilidad propia se escapa a golpe de escándalo mediático.

Ante esto, alguien puede preguntarse: "¿pero no apoyo el Papa la candidatura de Turquía a la UE cuando se entrevistó el martes pasado con Erdogan?". Pues mire usted: sí, pero no, o según cómo se mire o según cómo me lo pregunte y a quién le conteste... Porque poco después de que el primer ministro turco dijera esto el Vaticano se apresuró a decir "nosotros no tenemos poder político para decidir eso..." (que bueno sería que se lo creyesen de verdad). Vamos, un "renuncio" en toda regla, que se dice coloquialmente. Y es que el Vaticano (respaldado por la derecha democristiana europea) lleva años proclamando que Europa es un club por y para cristianos, y no hay más que hablar. Y por mucho que algunos quieran pintar a Joseph Ratzinger de progresista y reformador (como se dijo también en su día de Juan Pablo II), uno es lo que es con sotana papal o sin ella, y el historial de Ratzinger no es para pensar en grandes cambios y menos en este sentido. Así, en una entrevista en 2004 para la revista Le Figaro, Ratzinger dijo que Turquía era un país musulmán por herencia y por población, y que por tanto debiera mirar hacia alguna asociación de países islámicos en vez de a la Unión Europea, que tenía raíces cristianas; para rematar la faena (algo que ya en Ratisbona demostró que se le daba bien...), añadió que Turquía siempre había estado "en contraste permanente con Europa", y que vincularla a Europa sería un error... Pero dicho esto, el antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (lo que era la Santa Inquisición, para entendernos todos...) sabía bien cuando llegó el martes a Turquía que metía el pié en agua ya calentada, y no quería salir escaldado y cojo. No es la primera contradicción de Ratzinger, cuyos allegados han tenido que corregirle más de una vez, pero a buen seguro que este estricto y conservador teólogo ha tenido que morderse en más de una ocasión la lengua antes y durante la visita a Turquía, para no decir lo que pensaba realmente. No nos llamemos a engaño: puede que Benedicto XVI crea en la necesidad del diálogo interreligioso (aunque sólo sea por el utilitarismo pragmático de "la unión hace la fuerza"), pero siempre desde la óptica cristiana, y en varias ocasiones ha mirado al Islam no como una religión igual sino como una doctrina equivocada que -además- no tiene cabida en Europa. Cuando pronunció aquellas palabras en Alemania citando al emperador bizantino Manuel II, lo hizo en el contexto que lo hizo y con un sentido bien claro (demostrando, por cierto, un desconocimiento total del Islam y de lo que dice el Corán...); y de nuevo tuvieron que ser sus correligionarios desde el Vaticano -no él, que siempre se ha negado a disculparse abiertamente- los que tuvieron que corregirle alegando que había sido "malinterpretado"

Pero mejor olvidemos las andanzas y contradicciones de Benedicto, que al fin y al cabo no es más que un exponente más de los prejuicios y el desconocimento que aún se tiene en parte de Europa con respecto a Turquía. Y es que para gran parte del núcleo más duro de la Europa tradicional, la entrada de Turquía en la UE supone un problema y hace despertar una vorágine de los más ancestrales temores: no tanto porque la población musulmana en la UE pasaría de ser del 5% al 20% (no olvidemos que la población de Turquía supone cerca del 18% de la población total actual de la UE), sino porque se covertiría en el segundo país en población después de Alemania, con los correspondientes votos en el Parlamento Europeo y una economía en pleno auge con una pirámide poblacional muy joven en una Europa que se muere de vieja a pasos agigantados... Y eso asusta -y mucho- a algunos. Pero para muchos otros políticos de la vieja Europa, todas estas cuestiones no hacen de Turquía un problema sino una gran oportunidad para el futuro del continente, y una gran prueba de ello es que la respuesta de la UE ante la negativa de Ankara a levantar el bloqueo a la república griega del Sur de Chipre, una de tantas exigencias de la UE para la candidatura turca (Turquía pide un "quid pro quo": que a cambio se haga lo mismo con la república turca del Norte de la isla), ha sido mucho más suave de lo esperado y de lo que pedían algunos políticos, principalmente en Alemania y Francia: una muestra más del interés real de una mayoría de la UE por Turquía, que ha hecho que el órdago a la grande lanzado estos días se haya quedado en un pequeño "inpass" de espera -otro de tantos- y poco más que meras recomendaciones. No hay que olvidar sin embargo dos aspectos de este tira y afloja que desde hace años mantienen la UE y Turquía en sus negociaciones para la adhesión: uno es el peso, no mayor pero sí más evidente conforme avanza el proceso, que alcanzan los partidarios (la Europa más tradicional) de una Turquía "eternamente candidata", mantenida como socio comercial preferente con ciertos acuerdos aduaneros pero sin llegar a integrarse de pleno en la Unión Europea; otro es el hartazgo de cada vez más turcos ante las continuas exigencias y peticiones de la UE, que está llevando a un afloramiento -igualmente quizá más evidente conforme avanza la integración de Turquía en la Unión- de las viejas ideologías de ultraderecha e islamistas en un país de tradicción laica como Turquía, partidarias unas de un mayor aislacionismo cultural y político de la UE, y otras de un mayor acercamiento al Este: dos movimientos con los que los gobernantes turcos tienen también que lidiar, con consecuencias si fueran a más nada deseables ni para la UE ni para Turquía. Y en Bruselas esto se sabe. De ahí que la tensión de la cuerda no se pueda mantener por mucho más rato.

No quisiera acabar estas líneas sin destacar un aspecto fundamental de la visita del Papa, y es la absoluta NORMALIDAD (hasta desinterés, diría yo) para el turco medio de a pie. Para la inmensa mayoría de los turcos la visita del Papa no ha sido más que una curiosidad de periódicos y noticiarios, una visita de otro líder religioso más en un país de mayoría musulmana pero con numerosas minorías cristianas y judías que conviven sin problemas. Especialmente para los conductores del casi siempre caótico tráfico de Istanbul, habrán sido un tremendo fastidio y un motivo de queja los exagerados cortes de calles en torno a la zona turística de Sultanahmet, y las medidas de seguridad extremas en torno al Papa. Es además de obligación decir aquí que las manifestaciones habidas contra el Papa no representan para nada ni el sentimiento ni la actitud mayoritaria de los turcos: una manifestación de 10.000 personas (20.000 según otras agencias) en una ciudad de casi 15 millones de almas es un símbolo de normalidad y de convivencia democrática, tan normal como tantas de todo signo y condición ocurren a diario en nuestras ciudades; los convocantes, seguidores del Partido de la Felicidad (un partido islamista, de escasa implantación en Turquía) anunciaron que juntarían a 100.000 personas para protestar contra la visita del Papa: no sólo no lo consiguieron, sino que aprovecharon para pedir entre otras cosas la restauración de Santa Sofía como Mezquita, un anacronismo sin sentido que habrá arrancado más de una sonrisa a muchos turcos... Muchas agencias y medios de comunicación en España han presentado esta manifestación casi anecdótica como si de una muestra mayoritaria del sentimiento del pueblo turco se tratara, y nada más lejos de la realidad. Por desgracia, la parcialidad y la rapidez con la que muchas veces se informa -o nos informamos- puede dar lugar a que se difundan ideas como esta.

Algo bueno hay que sacar de esta visita, y es que Turquía ha estado (para bien y para mal) durante toda la semana en la primera plana de la prensa española. Y eso, para quien de verdad quiera saber algo más de ese país, siempre es bueno. Para los turcos, mientras tanto... Mañana será otro día.


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2 comentarios:

Marta Salazar dijo...

es que yo creo que... si lees la prensa espanola, dudo que alguien pueda estar realmente bien informado, en esto, estaremos de acuerdo.

"por la derecha democristiana europea" es que este sector (que algunas veces es de derecha y otras, de izquierda) no es representativo de nadie, de la Iglesia cat. EN ABSOLUTO! por mucho que algunos de los representantes políticos intenten utilizar a la Igl. para sus fines políticos.

Personalmente, pienso, más bien, con Otto de Habsburgo (euro-diputado alemán y nieto del último emperador) que Europa siempre ha tenido ciudadanos musulmanes y que, de ninguna manera puede ser un "club cristiano" excluyente.

Además Pablo, estarás de acuerdo conmigo en que es una broma que Europa (empezando por Spain) es cristiana, una broma de esas que hace surgir carcajadas muy fuertes!

El viaje estaba planeado desd hace mucho. Acerca de lo que yo pienso sobre el tema, si te interesa, dale un vistazo a mi art. en Planisferio.

Un abrazo!

PS: Viste que te di un Thinking Blogger Award? porque tu blog hace pensar y permite dialogar.

Pablo Gómez dijo...

Hola Marta: sí, ya lo he visto, muchísimas gracias.

Siento el tiempo que he tardado en responder pero estos días tengo aún menos tiempo que de costumbre, ya que he estado en agosto en Turquía y próximamente celebro mi ceremonia nupcial en España.

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